EL ENVASE ABRE-FÁCIL
No me considero especialmente hábil con las manos, pero tampoco lo que conocemos vulgarmente como “manazas”, es decir, creo que pertenezco al grupo de ciudadanos normales en ese sentido.
Sin embargo debo reconocer que, bastante a menudo, me enfrento con serias dificultades cuando tengo que abrir toda esa suerte de pequeños o grandes envases que rodean nuestra vida doméstica.
Mis problemas de apertura alcanzan su cota máxima cuando se trata de algún envase que luce orgullosamente en la etiqueta su condición de “abre-fácil”. Cuando aparece ese lema , supuestamente tranquilizador, ya sé, con toda seguridad, que si el contenido es leche, ésta salpicará alegremente el entorno de mi cocina, y si se trata de aceite o alguna salsa coloreada, en riguroso cumplimiento de la Ley de Murphy, irá indefectiblemente a parar a mi ropa. Mi última escaramuza ha tenido lugar el otro día con una botella de aceite, de esas con una especie de espiral de la que hay que tirar para tener acceso al dorado jugo de nuestros olivos.
Me acerqué a ella intentado librarme de los prejuicios que, mis funestas experiencias anteriores me hacían abrigar contra ese sistema, y repitiéndome a mí misma: “Adelante, puedes hacerlo, no eres una mujer de Atapuerca sino una mujer del siglo XXI, la técnica está pensada para facilitarte las cosas, ánimo”.
Pues bien, a pesar de mi preparación psicológica, la arandelita en cuestión no cedía en sus posiciones, mi dedo estaba cada vez más magullado, y por fin, tuve que recurrir a un sañudo apuñalamiento con arma blanca de la dichosa tapa, sintiendo naturalmente un terrible complejo de persona inadaptada a los nuevos avances de la modernidad.
Yo aconsejaría nuestros jóvenes que buscan trabajo y entregan su currículum, que, después de la relación de sus títulos académicos, los diferentes masters, conocimientos informáticos, dominio de idiomas etc, añadan un mérito más que podría decir así: “Soy capaz de abrir cualquier envase, ¡incluso los abre-fácil!. Estoy segura que esa capacidad, inclinará claramente la balanza a su favor.
Sin embargo debo reconocer que, bastante a menudo, me enfrento con serias dificultades cuando tengo que abrir toda esa suerte de pequeños o grandes envases que rodean nuestra vida doméstica.
Mis problemas de apertura alcanzan su cota máxima cuando se trata de algún envase que luce orgullosamente en la etiqueta su condición de “abre-fácil”. Cuando aparece ese lema , supuestamente tranquilizador, ya sé, con toda seguridad, que si el contenido es leche, ésta salpicará alegremente el entorno de mi cocina, y si se trata de aceite o alguna salsa coloreada, en riguroso cumplimiento de la Ley de Murphy, irá indefectiblemente a parar a mi ropa. Mi última escaramuza ha tenido lugar el otro día con una botella de aceite, de esas con una especie de espiral de la que hay que tirar para tener acceso al dorado jugo de nuestros olivos.
Me acerqué a ella intentado librarme de los prejuicios que, mis funestas experiencias anteriores me hacían abrigar contra ese sistema, y repitiéndome a mí misma: “Adelante, puedes hacerlo, no eres una mujer de Atapuerca sino una mujer del siglo XXI, la técnica está pensada para facilitarte las cosas, ánimo”.
Pues bien, a pesar de mi preparación psicológica, la arandelita en cuestión no cedía en sus posiciones, mi dedo estaba cada vez más magullado, y por fin, tuve que recurrir a un sañudo apuñalamiento con arma blanca de la dichosa tapa, sintiendo naturalmente un terrible complejo de persona inadaptada a los nuevos avances de la modernidad.
Yo aconsejaría nuestros jóvenes que buscan trabajo y entregan su currículum, que, después de la relación de sus títulos académicos, los diferentes masters, conocimientos informáticos, dominio de idiomas etc, añadan un mérito más que podría decir así: “Soy capaz de abrir cualquier envase, ¡incluso los abre-fácil!. Estoy segura que esa capacidad, inclinará claramente la balanza a su favor.