UNA CARTA IMPOSIBLE (Dedicada a mi viejo amigo)

Queridos amos, yo no puedo hablar, soy solo un perro y me expreso de otra forma: Con mi mirada, meneando mi cola, saltando a vuestro alrededor y emitiendo pequeños ladridos de alegría cuando os veo. Pero a veces, me gustaría poder comunicarme con vosotros de esa forma que lo hacéis los humanos, para que me entendierais bien, para que nos se perdiera ningún matiz de lo que quiero expresaros.
Amos, yo sé que ya soy viejo, que mis ojos ya no brillan y que están cubiertos de algo que no sé que es, pero que no me permite ver bien, por eso cuando me tiráis cosas para jugar, a veces me despisto y no puedo traerlo en la boca como antes, ¿recordáis?, no había piña ni ramilla que se me escapase, aunque lo arrojarais lejos y cayera escondido entre los matorrales y tomillos del monte. A veces os oía comentar: ¡Que listo es, no se le escapa ni una!, y yo me ponía muy contento, ¡era un buen perro! Mis amos lo decían, y seguía corriendo alegremente sin cansarme nunca
¿Recordáis cuando íbamos al río? ¡era fantástico!, me tirabais pequeños palos y yo entraba en la corriente sin miedo y los traía en la boca mientras os miraba, esperando que me dijerais : ¡Bien Morito, bien!. Yo me sentía muy orgulloso. Ahora solo puedo mojarme un poco en la margen del río, porque nadar me cansa mucho. El otro día volvisteis a tirarme una rama, y aunque estaba cerca de la orilla no me atreví a entrar a por ella y me quedé lloriqueando al borde del agua, mientras os miraba tristemente como pidiendo perdón, el ama vino hacia mí y acarició mi cabeza mientras me hablaba cariñosamente para consolarme.
Nunca he sido un perro bonito ni de ninguna raza especial, pero ahora sé que aún soy más feo, mi pelo ya no brilla, ando con más torpeza y mi aliento es un poco desagradable, a mi no me molesta, pero a veces os lo oigo comentar. Todo es por culpa de mi pobre dentadura. Todavía recuerdo cuando me dolía tanto y hubo que sacarme los dientes malos; No sé exactamente lo que pasó, me llevasteis en el coche dentro de mi jaula y viajamos lejos, a un sitio que olía de forma especial y donde había otros perros que me miraban de manera rara. Me subisteis en una mesa muy fría, y una chica desconocida me habló dulcemente mientras me acariciaba, pero yo me acurruqué junto al ama porque estaba muy asustado. Después sentí un dolor terrible, algo así como un pinchazo, pero mucho más fuerte que cuando me clavo algo en el campo y el amo me lo quita. Después todo se hizo oscuro a mí alrededor. Cuando desperté ya estábamos en casa y yo me sentía muy raro, como si fuera de algodón, estabais conmigo y decíais mi nombre mientras acariciabais mi cabeza. Noté algo extraño en la boca, como un vacío, pero ya no me dolía como antes.
Amos, no es bueno ser un perro viejo, pero estoy tranquilo, sé que el tiempo que me quede de vida estaré a vuestro lado como siempre. Mientras estéis cerca nada malo puede pasarme, como aquella vez que impedisteis que aquel perro enorme acabara conmigo, ¡pasé un susto!, y que aquellos niños crueles me ataran cosas al rabo ¡cómo me alegré cuando los reñisteis!.
También agradezco al amo que me libre de esos horribles bichos que me pican y me molestan tanto, y aunque intento escaparme cada vez que se acerca a mí con ese líquido que huele tan mal, sé que lo hace por mi bien. Por cierto, que en esto de los olores, mis gustos no tienen nada que ver con los vuestros: No comprendo como a alguien puede gustarle el olor de lo que llamáis jabón ó colonia ¡es horrible!, en cambio el ama se enfada mucho cuando me revuelco en una buena boñiga de caballo que encuentro en el campo, ó como aquella vez que encontré una maravillosa piel de oveja muerta y después de revolcarme a conciencia corrí hacia donde estabais vosotros envuelto en su olor y el ama me llamó de todo. Hay cosas vuestras que no puedo entender.
Tampoco entiendo porque me regañáis cuando escarbo en el campo ¡os aseguro que es divertidísimo!, pero por alguna extraña razón a vosotros no os parece bien ¡qué le vamos a hacer!.
No os gusta que ladre cada vez que alguien se acerca a la puerta, ¿no comprendéis que es mi trabajo?. Yo quiero cumplir con mi obligación y me siento dolido cuando me regañáis por ello.
Pero aunque a veces no os entienda, me gustaría que supierais que siento por vosotros esa adoración sin condiciones que solo los perros sabemos sentir por nuestros amos, y que fue estupendo que hace ya muchos años, cuando yo era muy joven, mi vida se cruzara con la vuestra. Ha sido y sigue siendo una buena vida. No hubiera querido tener otra.

Entradas populares