LA CARACOLA

Hoy he sacado otra vez de su rincón la vieja caracola, la he tomado entre mis manos y la he acariciado suavemente, comprobando que su belleza sigue intacta. Por fuera su delicado color marfileño contrasta con sus dibujos más oscuros, casi marrones, y en su interior, un delicioso tono rosa se va haciendo más pálido y difuminado según la vista se adentra por sus misteriosos recovecos.
La he acercado a mi oído con cuidado, he cerrado los ojos, y el milagro ha vuelto a suceder: Un sonido lejano me ha transportado cerca del mar, y hasta me ha parecido percibir su olor inconfundible . . .
Yo soy de tierra adentro, tan adentro que cualquier punto de la costa me parece distante. De un lugar donde, ni con su mejor voluntad, el aire puede traernos el olor del mar, y sin embargo, y sin ninguna razón genética o familiar que lo justifique, yo echo de menos el mar. Echo de menos su sonido, su olor, su presencia, como si en algún lugar escondido de mi ser, algo hubiera tenido que ver estrechamente con él.
Esa inmensidad azul, verdosa o gris, intensamente viva y en constante movimiento que se acerca a la tierra una y otra vez, incansablemente, para acariciarla o para golpearla con furia en una relación de amor-odio que data del principio de los siglos, guarda para mí una extraña fascinación.
Quizá no sea un sentimiento tan extraño si nos atenemos a las teorías que sitúan el principio de la vida en el mar. Quien sabe que evolución, que transformaciones habrán hecho de nosotros lo que somos ahora, que extrañas conexiones nos unirán con esas profundidades que ahora nos atraen y nos asustan.
Para mí no hay un lugar más hermoso ni más querido que mi ciudad, Segovia, pero confieso que, de vez en cuando, necesito ver y oler el mar, como si algo misterioso me atrajese desde él.
Por eso, cuando ese sentimiento es muy fuerte, saco de su rincón la vieja caracola que conservo desde mi niñez, cuando mi abuelo me decía que el mar estaba dentro y yo me lo creía a pies juntillas y que a pesar del tiempo transcurrido aún guarda para mí toda su sugerente magia, y durante unos minutos ella me devuelve el mar.

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