ESE DECISIVO 1%

No nos viene mal a los humanos, (tan en nuestro papel de reyes de la Creación) que, de vez en cuando, la Ciencia nos recuerde que no somos tan importantes como nos creemos. Primero fue aquella famosa “mosca del vinagre”, que al parecer tenía más que ver con nuestra esencia genética, de lo que hubiéramos podido sospechar, y después ha sido nuestro “bisabuelo” el chimpancé, quien aparece como algo tan cercano a nosotros que resulta una verdadera cura de humildad. Al parecer solo el 1% de los millones de los genes que conforman nuestra esencia de persona, nos diferencia de esos simpáticos primates.

Y sin embargo ese 1%, es tan decisivo, que ahí radica precisamente la gran diferencia. En algún momento de la evolución se produjo el chispazo, el soplo mágico que nos convirtió en una especie capaz de dar lugar al genio de Miguel Ángel, a la maravillosa creatividad de Mozart, o a la preclara inteligencia de Einstein

Para los agnósticos será la secuencia de una natural evolución de la vida, en cambio para los creyentes será el soplo divino que se manifestó en ese preciso instante para transformarnos en lo que somos. En cualquier caso, tenemos mucho que agradecer a ese pequeño 1%, que significa para nosotros el gran salto entre ser animales o personas.

Ahora solo falta que empleemos esa cuota superior de inteligencia, además de para desarrollar las Ciencias y las Artes, para lo que es, sin duda, lo más importante, conseguir la justa y feliz convivencia entre todos los seres humanos.

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