¡Qué desilusión!

Después de pasadas las fiestas navideñas, tan familiares y tan gratas en general, debo reconocer que me produce una gran sensación de alivio, pensar que vamos a dejar de soportar la “invasión” en televisión de ese “ejército” de magníficos modelos, que publicitan las mil y una marcas de perfumes.

Chicas de flotante y espléndida melena que con etéreos atuendos, caminan sinuosas en dirección al frasco de perfume correspondiente, y que, con sugerente y sensual gesto, nos ofrecen que nuestra vida sea diferente y mágica solo por usarlo. Chicos estupendos con atléticos cuerpos 10, que con sugestiva mirada y atractivo gesto, anuncian diferentes aromas que, al parecer, tienen resultados definitivos en las relaciones personales.

Y como fondo una voz en “off”, que, en inglés ó francés y siempre muy bajito, se refiere al nombre del perfume y a la firma creadora, y que, curiosamente, en todos suena como un mensaje íntimo y misterioso.

Bien, pues yo he sido uno de esos destinatarios del mensaje, que he regalado y a mi vez he recibido, uno de esos perfumes, y en el momento de dar y recibir el obsequio, y tras probarlo, no he podido evitar esperar que el milagro se produjera, y que mi cuarto de estar se transformara en un puente de Paris, por el que los dos corriéramos absolutamente transfigurados por la emoción, o que nos encontráramos sumergidos en un lago cubierto de nenúfares, del que emergiéramos vestidos con blancas túnicas, o bien que nos persiguiéramos por las calles de Nueva York con un fondo de rascacielos, o en su defecto que al menos nos cruzáramos en una regia escalera, donde yo iría ataviada con un maravilloso vestido rojo-pasión.

Lamentablemente nada de eso ocurrió, por lo que debo confesar mi absoluta desilusión. El perfume huele muy bien (solo faltaría), pero de lo demás nada de nada. Tengo dudas de que mi reclamación sea admitida a trámite por la OCU, por lo que, de momento, quiero dejar aquí mi protesta.

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