LOS DOS VALLES

Recorrer los dos valles que rodean el Alcázar de la capital segoviana nos crea un gran dilema: No sabríamos elegir cual de ellos es más hermoso.
Al inicio de lo que conocemos como “La carretera de los Hoyos”, una sugerente bajada nos sumerge rápidamente en un hermoso mundo de verdor, alejado del tráfico, hasta llegar al reconstruido Puente de la Estrella, que salva el río Clamores y que nos pone ante lo que sería el paso desde las juderías de la ciudad, por el Arco de San Andrés, hasta el cementerio, situado en el Pinarillo.
El enarenado camino nos va conduciendo a través de un verdadero vergel con una gran variedad de arbustos y de numerosas especies arbóreas entre las que encontramos pinos, cipreses, sauces, chopos, saúcos, almendros, castaños etc, que forman un tupido tapiz aéreo que nos aísla del calor del sol. Las laderas y el suelo, donde el mes de mayo ha puesto su mágica y espléndida belleza, están cubiertos de verdes de infinitos tonos, y las florecillas salpican con sus alegres colores la fresca hierba, conformando todo ello un gratísimo ambiente para el paseante, mientras los pájaros, especialmente los mirlos, muy numerosos, y “borrachos” de primavera, ponen la música de fondo perfecta a tanta armonía.
En las alegres huertas situadas a los pies de la muralla, hay hortelanos trabajando en los llamados “huertos de ocio”, mientras las campanadas de la Catedral, cuya torre asoma esbelta y magnífica, ponen su toque grave y sonoro en la mañana.
El camino se va estrechando por la presencia de las inmensas rocas, que sirven de base a la ciudad, y serpentea bajo las peñas, creando espacios de gran belleza, hasta que aparece encaramado sobre ellas, con toda su magnífica estructura, nuestro Alcázar, aupado entre verdor y piedra.
Seguimos nuestro paseo paralelos a él, y llegamos al encantador puente de madera que salva el río Eresma, y tras detenernos a mirarle correr, crecido y alegre por las lluvias y el deshielo de la primavera, giramos para tomar el camino que bordea la fortaleza por el otro valle.
Desde allí, y siempre escoltados por la cantarina presencia del río que a partir de ahora nos acompañará hasta el final de nuestra ruta, disfrutaremos de bonitas perspectivas del Alcázar, rodeado de frondas hermosísimas. Tras dejar atrás, a nuestra izquierda, la entrañable iglesita de San Marcos, continuaremos hasta llegar a dar vista al puente del barrio del mismo nombre bajo cuyo gracioso arco pasaremos, no sin antes detenernos a disfrutar de un encantador espectáculo: “mamá pata”, rodeada de sus pequeños patitos, los enseña a zambullirse en el río.
El camino sigue entre un espacio de verde hierba y la fresca ribera, y nuestra vista enseguida divisará sobre los árboles, la torre del Monasterio del Parral mientras nos acercamos al otro puente, cercano ya a la Alameda, donde el río forma una pequeña presa.
Es este uno de los lugares más hermosos de nuestro paseo. La vista desde allí es espléndida, el Alcázar, la Casa de la Moneda, la Muralla, la Catedral, San Esteban, las frondas del cinturón verde, el magnífico conjunto monacal que forma el Monasterio del Parral . . . todo ello se ofrece a nuestra vista.
Los afortunados patos que disfrutan de estos parajes, se deslizan tranquilamente por el río, acudiendo a veces al reclamo de algún trozo de pan que algún pequeño excursionista le arroja, y añadiendo aún más encanto al lugar.
Al final de nuestro paseo y para regresar a la ciudad, podemos elegir entre dos atractivas posibilidades: frente a la fuente cuadrada situada entre los frondosos árboles de la Alameda, encontraremos un pequeño puente de piedra al lado de cuyo pretil una lápida recuerda el paso del poeta Antonio Machado, el nos llevará a una cuidada senda con leves escaleras, que conducirá nuestros pasos al Convento de Santa Cruz, y desde allí a través del bonito Paseo de Santo Domingo, accederemos al Azoguejo.
La otra, igualmente atractiva posibilidad, consiste en seguir el curso del río que por esa zona se presenta más “salvaje” y ruidoso, ofreciéndonos también bonitos parajes, en dirección al Barrio de San Lorenzo, cuya típica plaza acoge su magnifica iglesia, para desde allí subir asimismo en dirección al Azoguejo.
Sin duda un maravilloso paseo que nos acerca a la privilegiada Naturaleza que rodea nuestra ciudad.

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