UNA RECETA ANTI - STRESS
Si levantas la vista el sol parece lejano, tamizada su luz por el verde tapiz aéreo de las hojas de las hayas y los robles. El suelo es una frondosa alfombra donde se mezcla el verde en sus diferentes matices, y el aire tiene ese vivificante olor a humedad y vegetación tan propio de los bosques umbríos y frescos del Norte.
El río canta su eterna canción de agua en su agreste lecho de piedras, y de vez en cuando, algún reflejo plateado nos recuerda que las truchas habitan su corriente limpísima. El lugar parece silencioso, pero no lo es del todo, multitud de pequeños ruidos llegan a nuestros oídos si prestamos atención : Las lejanas esquilas de las vacas que pastan en las brañas, el zumbido de los insectos, el relajante y a la vez alegre sonido del río, el gorjeo de los pájaros cobijados en las altas ramas de los árboles, los inquietantes crujidos de los viejos troncos . . . . todo compone una suerte de música de fondo llena de vida.
Los magníficos ejemplares de hayas y robles nos rodean, y no se sabe que admirar más, si sus espléndidas copas, donde las ramas forman un precioso entramado, ó sus troncos bellísimos de fascinante geografía, a veces retorcidos y con atormentada superficie, por donde yo gusto de pasar mi mano en suave y cuidadosa caricia, como si quisiera captar a través de mis dedos toda la fuerza vital del viejo árbol.
A veces, algún breve chaparrón de susurrante sonido, deposita aquí y allá diminutas gotas que quedan temblando sobre la vegetación como pequeños y purísimos diamantes. Hasta las elaboradas y resistentes telas de las arañas quedan matizadas por una pátina de humedad que las hace parecer un delicado bordado extendido en un singular bastidor.
Algunos viejos y podridos troncos de árboles dan albergue a una multitud de pequeñas plantas, en tal variedad y exhuberancia que forman un pequeño botánico en miniatura, que podría competir en encanto con la más sofisticada composición de floristería.
Pocos espectáculos pueden ser más variados y gratificantes que “perderse” por esos bosques umbríos y frescos del Norte de España, y en éstos tiempos en que las prisas y las tensiones diarias nos someten a veces al indeseado “stress”, cuando se nos anuncia como divertido y liberador de adrenalina el dejarse caer por atracciones desde un montón de metros, ó tirarnos desde un puente atados por una cuerda, cuando se nos vende publicitariamente “el placer de la velocidad”, no olvidemos que hay otras maravillosas alternativas para encontrar el equilibrio y el sosiego. Tome cada uno la opción que mejor le parezca. Yo desde luego, tengo la elección hecha hace mucho tiempo.
El río canta su eterna canción de agua en su agreste lecho de piedras, y de vez en cuando, algún reflejo plateado nos recuerda que las truchas habitan su corriente limpísima. El lugar parece silencioso, pero no lo es del todo, multitud de pequeños ruidos llegan a nuestros oídos si prestamos atención : Las lejanas esquilas de las vacas que pastan en las brañas, el zumbido de los insectos, el relajante y a la vez alegre sonido del río, el gorjeo de los pájaros cobijados en las altas ramas de los árboles, los inquietantes crujidos de los viejos troncos . . . . todo compone una suerte de música de fondo llena de vida.
Los magníficos ejemplares de hayas y robles nos rodean, y no se sabe que admirar más, si sus espléndidas copas, donde las ramas forman un precioso entramado, ó sus troncos bellísimos de fascinante geografía, a veces retorcidos y con atormentada superficie, por donde yo gusto de pasar mi mano en suave y cuidadosa caricia, como si quisiera captar a través de mis dedos toda la fuerza vital del viejo árbol.
A veces, algún breve chaparrón de susurrante sonido, deposita aquí y allá diminutas gotas que quedan temblando sobre la vegetación como pequeños y purísimos diamantes. Hasta las elaboradas y resistentes telas de las arañas quedan matizadas por una pátina de humedad que las hace parecer un delicado bordado extendido en un singular bastidor.
Algunos viejos y podridos troncos de árboles dan albergue a una multitud de pequeñas plantas, en tal variedad y exhuberancia que forman un pequeño botánico en miniatura, que podría competir en encanto con la más sofisticada composición de floristería.
Pocos espectáculos pueden ser más variados y gratificantes que “perderse” por esos bosques umbríos y frescos del Norte de España, y en éstos tiempos en que las prisas y las tensiones diarias nos someten a veces al indeseado “stress”, cuando se nos anuncia como divertido y liberador de adrenalina el dejarse caer por atracciones desde un montón de metros, ó tirarnos desde un puente atados por una cuerda, cuando se nos vende publicitariamente “el placer de la velocidad”, no olvidemos que hay otras maravillosas alternativas para encontrar el equilibrio y el sosiego. Tome cada uno la opción que mejor le parezca. Yo desde luego, tengo la elección hecha hace mucho tiempo.