¡¡ QUE MANÍA !!

De pequeña yo quería ser monja. Pero no se vea en aquel deseo el más leve atisbo de una precoz vocación religiosa, sencillamente me fascinaban sus tocas.
Yo iba a un colegio regentado por hermanas de la Caridad que, por aquel entonces, portaban un alambicado tocado en sus cabezas como complemento de su hábito. Pues bien, mi fascinación por aquellas tocas blancas y almidonadas era tal, que a mis 5 o 6 años hubiera dado cualquier cosa por ponerme algo así.
En estos últimos tiempos, en que es tan frecuente ver por nuestras calles mujeres con la cabeza cubierta con una especie de manto o pañuelo, siguiendo sus costumbres musulmanas, me hago alguna reflexión sobre la “manía” de cubrir el pelo a las mujeres en algunas culturas, incluida la nuestra de hace no demasiados años.
Desde las tocas monjiles, pasando por aquel velo con que las mujeres de mi generación debíamos cubrirnos la cabeza para entrar en la iglesia, (y que en su defecto había que sustituir ridículamente por un pañuelo de nariz), sin olvidar el pañuelo negro que muchas de las mujeres de nuestros pueblos lucían (es un decir), en cuanto llegaban a cierta edad o antes si las caía un luto, todo ello iba encaminado a la ocultación del cabello y a veces parte del rostro. No en vano una de las frases que reflejaban la supuesta pérdida de las “buenas costumbres”, era la conocida: “soltarse el pelo”.
Naturalmente todas estas tradiciones recaían y aún recaen, siempre sobre la mujer, ¡faltaría más!

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