LA PANTOJA Y ORTEGA Y GASSET
Casi todos hemos sentido, por fortuna, en algún momento de nuestra vida esa especie de “revolución” maravillosa de sentirnos enamorados. Es cierto que esa circunstancia te puede hacer ver el cielo más azul, o con más estrellas, o que las flores huelan mejor, o que parezca que los pájaros cantan en exclusiva para ti, y todo lo que, poéticamente se nos pueda ocurrir. En definitiva: sentirte el más feliz del mundo o el más desgraciado, según se dé el asunto.
Pero nunca se me había ocurrido que enamorarse tuviera algo que ver con el blanqueo de capitales y con el disfrute de esos dinerales de origen claramente ilícito. Si nos dejáramos llevar de ese extravagante argumento eso nos podría servir de eximente en casi todos los delitos, incluso los más graves. Creo que es complicado que esa premisa “cuele”, por mucho que el letrado recurra a la insigne figura de Ortega y Gasset.
Por cierto el Sr. Julián Muñoz debe sentirse muy halagado por provocar semejante terremoto emocional en las señoras.