Hace algunos días, se celebró en Segovia la llamada “Semana del Dorado”, evento gastronómico que consiste en que, muchos restaurantes ofrecen a sus clientes la posibilidad de degustar el típico cochinillo a un precio más que asequible, oferta que es aprovechada, no solo por visitantes, sino también por segovianos que disfrutan así, de forma más económica de tan alabado manjar.
El asunto se publicita generosamente, y todo el mundo parece contento: hosteleros, visitantes y foráneos. Pero el otro día mientras curioseaba uno de los carteles anunciadores, se me ocurrió que quizá habría un “sufrido colectivo” para el que la cosa no tendría tanta gracia, y escribí una reflexión en forma de verso, que dedico a ese grupo de “sufridores” con toda mi solidaridad.


UN SUFRIDO COLECTIVO

Tostadito del rabo a la cabeza
con su pequeño cuerpo espatarrado,
el candoroso “porco” se ofrecía
a saciar apetitos desatados.

Pues por aquí tenemos la costumbre,
para satisfacer las tradiciones
gastrónomo-festivas de la gente,
de comer marranillos inocentes

Mi tierra segoviana es bella y noble,
Comuneros audaces y esforzados,
cuna de sabios y valientes hombres,

que a Isabel coronó por soberana,
origen y raíz de la aventura,
que Colón emprendiera con ventura,
y acercó las Américas a España,

Felizmente se vive aquí en Segovia,
rodeado de belleza arte e Historia,
es tranquila ciudad y amable gente,
quien viene a visitarnos, vuelve siempre.

Más existe un sufrido colectivo,
que podría entonar este estribillo:
¡que peligro Señor, ser segoviano,
cuando aquí se ha nacido cochinillo!

y se tienen las nalgas sonrosadas,
churruscante la piel, tierna la magra,
bocado delicioso les parezco
y elogios calurosos les merezco.

El que yo esté tan rico es triste pena,
plato típico soy, ¡es mi condena!

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