
El asunto se publicita generosamente, y todo el mundo parece contento: hosteleros, visitantes y foráneos. Pero el otro día mientras curioseaba uno de los carteles anunciadores, se me ocurrió que quizá habría un “sufrido colectivo” para el que la cosa no tendría tanta gracia, y escribí una reflexión en forma de verso, que dedico a ese grupo de “sufridores” con toda mi solidaridad.
UN SUFRIDO COLECTIVO
Tostadito del rabo a la cabeza
con su pequeño cuerpo espatarrado,
el candoroso “porco” se ofrecía
a saciar apetitos desatados.
Pues por aquí tenemos la costumbre,
para satisfacer las tradiciones
gastrónomo-festivas de la gente,
de comer marranillos inocentes
Mi tierra segoviana es bella y noble,
Comuneros audaces y esforzados,
cuna de sabios y valientes hombres,
que a Isabel coronó por soberana,
origen y raíz de la aventura,
que Colón emprendiera con ventura,
y acercó las Américas a España,
Felizmente se vive aquí en Segovia,
rodeado de belleza arte e Historia,
es tranquila ciudad y amable gente,
quien viene a visitarnos, vuelve siempre.
Más existe un sufrido colectivo,
que podría entonar este estribillo:
¡que peligro Señor, ser segoviano,
cuando aquí se ha nacido cochinillo!
y se tienen las nalgas sonrosadas,
churruscante la piel, tierna la magra,
bocado delicioso les parezco
y elogios calurosos les merezco.
El que yo esté tan rico es triste pena,
plato típico soy, ¡es mi condena!