... El Hijo



Siempre has sido para mí un sueño tan querido como imposible. Algo a lo que no tuve derecho, extrañamente, ya que para las otras mujeres era algo tan sencillo como esperar tranquilas que germinara la tierra.

Nunca sentí dentro de mí tu peso, tan dulce, ni esperé con ilusión y contando los días a que se me cumplieran las lunas necesarias. Ni alumbré entre dolores tu anhelada llegada, escuchando con emoción tu primer llanto de vida.

No veló mi vigilia madrugadas gozosas para que de mi pecho manara tu alimento, ni busqué nunca en tu carita amados parecidos, ni tu tierna sonrisa iluminó mi alma.

Tú no puedes saber con que amor imposible te amaba mi corazón, y como un día y otro te añoraban mis brazos que abrazaban el aire porque tú, hijo, no estabas, eras tan solo un sueño, mi sueño.

Y el tiempo fue pasando y aunque tú me faltabas, la vida me daba felicidad y muchos gratos aconteceres, pero siempre, por dentro, guardaba en el corazón un poso de anestesiada tristeza, como un luto pequeño, sin llantos ni alharacas, una pena soportable, una ilusión tan querida como frustrada.

. . . . Y aprendí a vivir sin ti, a ser feliz sin ti, pero aún todavía, a veces, entre el sueño y la vigilia, en la madrugada de alguna larga noche, en medio de esa vaporosa sensación donde se mezcla lo real y lo imaginado, sueño contigo, hijo, no puedo distinguir tu cara, pero siento como si tu cálido aliento me besara en la frente, y mi corazón se estremece con una felicidad que es diferente a todas . . . .

Entradas populares