UN PRECIOSO MARCO

El Acueducto de nuestra ciudad, Segovia, es siempre un magnífico modelo para cualquier aficionado a la fotografía, ya que el impacto visual que causa es siempre impresionante.
La bellísima filigrana de piedra nos produce un efecto contradictorio de fragilidad y fortaleza y una sensación de grandiosidad a la que no podemos sustraernos ni siquiera los segovianos que estamos tan acostumbrados a contemplarle.
De todas las fotografías que tengo de nuestro precioso monumento he escogido hoy ésta, en la que, desde el Postigo, quise captar entre dos de sus arcos, a modo de precioso marco, la iglesia románica de San Justo, que posee en su ábside y su bóveda unas singulares pinturas románicas del siglo XII, descubiertas durante unas obras, y que dormían olvidadas bajo sucesivas capas de cal.
Guarda también este templo en su interior, un interesante Cristo yacente del siglo XIII, conocido como el Cristo de los Gascones, cuya leyenda nos dice que un grupo de Gascones y Alemanes tenían una imagen de Cristo a la que profesaban gran devoción, y siéndoles forzoso salir de su territorio, todos querían la imagen para sí. Como no se ponían de acuerdo decidieron introducir al Cristo en una caja, colocarla sobre una mula ciega, y siguiéndola, dar por bueno el lugar donde el animal se parase para depositar la sagrada imagen, y quedarse todos allí para venerarla. La mula tras mucho andar entró en España, y vino a parar a la ciudad de Segovia, donde llegando a la iglesia de el Salvador, se introdujo por una puerta y salió por la otra, hasta que calle abajo, entró en la Iglesia de San Justo, y apoyándose en un muro, murió de agotamiento.
Sus piadosos acompañantes entendieron que era la voluntad de Nuestro Señor quedarse allí. Y allí quedó la imagen de madera policromada y de brazos articulados que todos los años procesiona en Viernes Santo, siendo acompañada por los miembros del Colegio de abogados de la ciudad.

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