HOY HACE
UN AÑO . . .
Esta pasada noche se ha muerto mi
perro. Cuando esta mañana he salido de nuestro dormitorio me ha extrañado que no
fuera a mi encuentro, impaciente porque le sacara de paseo, y me lo he
encontrado inmóvil y frío tumbado en su colchoneta.
Era ya
viejo y su pequeño corazón estaba delicado, veía mal y ya no se movía como
antes, pasaba mucho tiempo tumbado y mordiendo a ratos su hueso de juguete, pero
conservaba intactas esas facultades de cariño y fidelidad que solo los perros
pueden dar a sus amos.
Su vida
había cambiado a la par que la nuestra. En aquellos felices días en que
disfrutábamos de los pinares y riberas de Coca, él nos acompañaba feliz
corriendo a nuestro lado, olisqueando las florecillas en primavera y
jugueteando con las hojas secas en otoño. Después tuvo que adaptarse, al igual
que nosotros, a dar paseos mucho más cortos por las cercanías de nuestra casa
de Segovia. Pero como a los perros les basta la compañía de sus amos para ser
felices, estoy segura de que estaba contento.
Ya sé que con todos los terribles dramas que
vive el mundo, esta muerte de mi amigo Toby es algo sin importancia, pero lo
cierto es que, desde hoy, mi marido y yo estaremos un poco más tristes y un
poco más solos.
Adiós viejo
amigo, no olvidaremos tu humilde compañía.